Todos alguna vez nos hemos encariñado con algún objeto. Ya sea nuestro par de zapatos o tenis favoritos, ese juguete que tienes desde que eras pequeño, aquel mueble que aunque ya esté todo dañado sigue en la casa porque ha estado ahí desde siempre, aunque sabemos que es solo un objeto, no podemos dejar de sentir emociones por él.
Aunque algunas personas lo hagan en mayor o menor medida, esta sensación nostálgica por algunos objetos es natural en las personas. Según expertos de psicología, la humanización de objetos no sensibles podría deberse al deseo natural de las personas de buscar conexiones en su vida diaria.
Desde que vamos creciendo, aprendemos a conectar con otras personas, una capacidad que se extiende a otras cosas. Como humanos, buscamos formas de dar sentido al mundo, y una de las maneras más fáciles de entenderlo es a través de nuestras propias experiencias.
Cuando las personas sienten simpatía por objetos inanimados, están antropomorfizando, es decir, atribuyendo comportamientos o sentimientos humanos a animales u objetos que no pueden sentir las mismas emociones que nosotros.
Poder de la nostalgia
La razón exacta por la que la gente hace esto no está clara, pero los expertos apuntan a que los sentimientos están ligados a objetos que una persona ha tenido durante un tiempo, y que ahora encuentra sentimentales o nostálgicos, recordándole una época diferente de su vida.
Esto también se puede deber a la proyección de los sentimientos de alguien en el objeto, como cuando es un juguete regalado por algún familiar cercano, o guardar un objeto porque era de alguna persona que ya no se encuentra. También se puede dar al objeto una emoción que la personas ha sentido anteriormente, como ver un calcetín ''solitario'' que no tiene su par.
Existe un trastorno médico conocido como síndrome del compañero delirante en el que las personas pueden tener estos sentimientos de empatía en un grado mucho más extremo y pueden estar convencidas de que los objetos sí tienen estas emociones, pero es mucho menos común.
La mayoría de las veces este fenómeno es algo normal para la gente y, a menudo, puede ser un signo de que somos capaces de empatizar con la gente más fácilmente. Esta práctica nos permite conectar con las personas, los objetos y las cosas de formas que de otro modo no lo haríamos.