Hoy está más que claro que los apellidos sirven para diferenciar de que familia provenimos, un distintivo que sin duda viene de muchas generaciones pasadas y que nos conecta con millones de antepasados y que han llegado a definir identidades, linajes y conexiones históricas.
El origen de los apellidos viene de España, cuando en la Edad Media se presentó un gran crecimiento de las ciudades y el auge del comercio. Como muchas personas compartían el mismo nombre de pila, se necesitaba un sistema eficaz para distinguir a las personas.
Es así que surigeron los apellidos, que inicialmente servían como identificadores temporales basados en características físicas, oficios, origen geográfico o ascendencia. Sin embargo, estos apellidos no eran heredados de generación en generación, sino que cambiaban según las circunstancias personales o sociales.
Después, con la necesidad de establecer líneas de herencias claras y mantener la continuidad familiar, se implementó la herencia de apellidos. Se creó una ley que estipulaba que los apellidos debían ser fijos y transmitirse de padres a hijos, estableciendo así un sistema de nombres heredados que perdura hasta hoy.
Pero, ¿Por qué la mayoría de apellidos terminan con ''ez''?
La terminación ''ez'' en los apellidos tiene como significado ''hijo de'', que surgió como una forma de identificación que añadía información sobre la relación con sus familiares.
Por ejemplo, si un individuo se llamaba Juan y padre se llamaba Pedro, su apellido sería Pérez, siendo identificado como ''Juan, hijo de Pedro''. Así otros ejemplos serían Rodríguez (hijo de Rodrigo), Benítez (hijo de Benito), Martínez (hijo de Martín), entre muchos otros.
Existen algunas excepciones donde el sufijo ''ez'' puede hacer alusión a un lugar de procedencia, por ejemplo, ''Manjarrez'' significa originario de la comunidad riojana de Manjarres, un grupo autónomo que radicaba en España.
Aunque en un principio los apellidos funcionaban como indicadores de estatus, origen y linaje, se han convertido en una cápsula de tiempo que conserva nuestra historia colectiva, pues cada apellido lleva consigo historias de ancestros, oficios y orígenes que han trascendido generaciones, formando un puente entre el pasado y el presente.
Al explorar los orígenes y significados de nuestros propios apellidos, no solo nos conectamos con nuestra historia familiar, sino que también descubrimos cómo nuestras raíces se entrelazan con la historia cultural de la vida en la Tierra.